26 marzo 2016

La llamada de lo salvaje


Pero no siempre está solo. Cuando llegan las largas noches de invierno y los lobos siguen a sus presas en los valles más bajos, se le puede ver corriendo a la cabeza de la manada bajo la pálida luz de la luna o el leve resplandor de la aurora boreal, destacando con saltos de gigante sobre sus compañeros, con la garganta henchida cuando entona el canto salvaje del mundo primitivo, el canto de la manada.

Cuando Jack London, conocido también por el Lobo, escribió esta frase supo de inmediato que había terminado su novela. Ni siquiera la revisó. Era la mejor novela que había escrito.
Influido por la obra de Darwin y por la escuela literaria del naturalismo escribió una novela dura, cruel, profunda. Como la vida misma.
Desde el punto de vista literario sigue el arquetipo del mito heroico: el héroe emprende un viaje, se transforma y acaba convirtiéndose en una leyenda.
Podemos disfrutar de la obra en una nueva edición traducida por Rosa Regás. Una novela apta para cualquier edad. Yo para los más jóvenes también recomiendo la adaptación de Anaya, clásicos a medida.

Porque al final lo que siempre nos han dicho que es bueno resulta ser siempre lo mejor.



Nota: Hay que leer la biografía de J. London porque es un novelón en sí misma!!!!

21 marzo 2016

Tarta de queso para celiacos


Para hacer una tarta superfácil en la que sólo tienes que mezclar los ingredientes y que sale muy suave y melosa prueba con esta receta. Además lleva harina de arroz que la hace ideal para los intolerantes al gluten.
Mezcla
2 yogures griegos
1 tarrina de queso de untar
2 huevos
un vaso de yogur lleno de azúcar avainillada.
2 vasos de yogur llenos de harina de arroz.( yo he utilizado de la marca Nomen)
un sobre de levadura

Hornea a 200 grados una media hora igual que un bizcocho tradicional. Cuando esté fría sírvela con miel por encima. Algunas veces también la he servido con mermelada de fresas que me recuerda a la tarta de queso con nata .


05 marzo 2016

Escribir como amar es cruzar nieblas

                    No has estado en la acrópolis de Pérgamo
                    ni en su templo de Zeus con blancas escaleras
                    y relieves de dioses y gálatas heridos.
                    No admiraste Cartago, ni la luz de Bizancio
                    con su hipódromo antiguo y su mezquita azul.
                    no pisaste, no fuiste a Leptis Magna
                    ni a su inmenso proscenio frente al mar.
                    No encontraste la zarza incandescente.

                                   Mas te hablaba una voz en el oído
                            y te dictaba líneas de palabras
                            antiguas como un mármol enterrado.
                            Convocaste a los dioses sin saberlo,
                            e igualaron, pulieron hemistiquios
                            entre los yacimientos del poema.
                            No forzaste los versos que llegaron despacio,
                            cada uno a su ritmo y a su sitio
                            con esa sencillez que tiene lo perenne.
                            Casi al fin de tus días, pude oírte una tarde
                            de lluvia que aún existe,
                            que escribir, como amar, es cruzar nieblas,
                            y es hallar el lugar de lo sagrado.

                                                            Lutgardo García